jueves, 21 de mayo de 2015

NERÍN - BARRANCO DE LA PARDINA - AÑÍSCLO

Día 17 de Mayo de 2015
Mañana ventolera en Zaragoza, sopla el cierzo en el valle, ni una nube en el cielo. la Facultad de Veterinaria está cerrada, a sus puertas unos cuantos esbarristas esperan que llegue el autobús que los traslade al Pirineo en busca de alguna de las sensaciones a que nos tienen acostumbrados. Hoy somos todos los que estamos, pero no estamos todos los que somos, algunos viajan en otra dirección camino de Compostela a darle al calcetín y saludar al santo, y no estaría de más que le rogaran un poco de perdón para este pobre pecador.
Camino del norte, ya con el sol despierto, vemos como el viento mece la mies, castigando su natural desarrollo. Al cereal le pasa lo que a nosotros, que tantos años sufriendo el cierzo, ya nos vamos acostumbrando a él.
Subido y bajado el Monrepós con sus interminables obras, recogemos en las puertas de Sabiñánigo al "boss" Lacadena y al Torrecilla. Microbús casi al completo, camino de Fiscal en donde, a la sombra de Peña Cancías, nos paramos a darle un par de la primeras alegrías al cuerpo, las seiguientes nos las proporciona la carretera que nos lleva hasta Nerín, pasando por Fanlo. Lola recuerda aquella noche que en una de sus tropecientas curvas, el autobús se averió y la aventura que pasaron hasta bien entrada la madrugada.
Arrancando por la pista.
Ya en tierra (no hace ni frío ni viento), nos despojamos de alguna prenda, aplicamos buena capa de crema protectora y guiados por el otro "boss", Julián, iniciamos la marcha.
Comenzamos por la pista que utiliza el autobús montañero para acercar a quienes quieren atacar el ascenso al Monte Perdido o alguna otra de las impresionantes cimas que lo rodean. Es buen terreno para charrar de los más variados temas (sin sobrealiento) y de echar un vistazo: abajo va quedando Nerín, mas allá asoman las casa de Fanlo y como no, una vez más la Peña Montañesa.
Pista senda y el "boss Richi"
Abandonamos la pista para atajar por senda, mas agradable de andar, que nos conduce en ligera subida por un terreno plagado de aliagas que en esta época se encuentra con la floración en todo su esplendor. 
No tardamos en alcanzar el cruce por el que se asciende al Mondoto (1940 m.). Lo dejamos a nuestra derecha, nosotros seguimos de frente hacia el Norte.
De nuevo encontramos la pista, algunos atajamos por sendero y otros prefieren morder el polvo de un camión que sube a buena marcha. ¿Adonde va? !qué sé yo!, nosotros a lo nuestro.

Entre erizón.

La senda que ahora discurre entre erizón, hace las delicias de quien va en pantalón corto.
Con más de seiscientos metros ascendidos, pronto adivinamos la zona de Cuello Arenas, no sin antes haber disfrutado de la panorámica que se nos abre ante nosotros: Las Tres Sorores (Cilindro de 3328m., Perdido de 3348m. y Soum de Ramond de 3254m.), Punta  Las Olas, collado  y pico de Añisclo, Las Tres Marías (Zuca Punchuda, Zuca Roncha y Zuca Plana), en fin todo un espectáculo previo a alcanzar el refugio de Cuello Arenas, en el que descansamos un rato y reconstituimos nuestras a células.
La expedición en Cuello Arenas.
Las Tres Sorores.
Esplendor en la yerba, genciana.
Hacia el barranco.
¿Que se le puede pedir más a la montaña?. Grandes cimas; bello entorno en el que a estas alturas, las flores cobran el protagonismo que merecen; un día de lo más espectacular que se puede elegir; y como no, la más agradable compañía que en estos momentos puedas disfrutar, "ya buscaremos otra para otros ratos".
Nos untamos una segunda capa de crema protectora, el sol amenaza con acabar con nuestra dermis y no se trata de eso, bastante tenemos con el castigo de la "campaña electoral" en la que nos encontramos inmersos. Ya en pie, iniciamos el descenso que promete ser entretenido.
Comienza el descenso.
Se trata del barranco de la Pardina que en poco tiempo nos dejará más de ochocientos metros por debajo y con las piernas temblando.
La primera parte es zona de roca, más propia de andar por los sarrios que vemos, que por nosotros No obstante, poco a poco, metro a metro y con mucha prudencia, vamos descendiendo entre paredes.
De vez en cuando, cruzamos el fondo del barranco con muy poco caudal, aunque sí alguna que otra charca. En una de ellas, encontramos un tritón, quieto, muy quieto, como queriendo colaborar a que las fotos que le tiramos no salgan movidas, ¡vaya bichos!.
Quien fuera sarrio.
Tritón.
Probando las tabas.
Se trata del tritón pirenaico (Euproctus asper), especie endémica de los Pirineos, donde vive en los arroyos y lagos de alta montaña. Cuando hace calor, como hoy, estiva dentro del agua, pues no soporta de forma continua temperaturas muy elevadas.
Una vez contemplado el animal, seguimos el descenso, la vegetación se torna cada vez más espesa, pinos, abetos, hayas, boj... Este último hace las veces de agarradero, el terreno de fina gravilla se ha puesto muy empinado y resbaladizo y no viene de nada mal agarrarse a sus firmes troncos, especialmente un servidor que anda con el "hombro congelado"
¡Vaya bajadica!
Penosa bajada, agravada, más si cabe, por el concierto que las "voces cantoras de Esbarre" nos ofrecen (¿será por aquello de que "quien canta su mal espanta"?). Una vez finalizada la actuación, ya interpretado el "allegro" (cuarto movimiento), se escucha otro tipo de música, esta vez interpretada por pájaros, árboles movidos por el viento y el agua del río Bellos al que ya nos aproximamos.
Así es, el barranco de La Pardina desemboca en uno de los cañones más impresionantes de los Pirineos: "el Valle de Añisclo".


Río Bellos a su paso por La Ripareta.
La fuerza del Bellos.
Estamos en la zona denominada "La Ripareta", bello rincón donde los haya en el que vale la pena quedarse a contemplar la fuerza que ejerce el río sobre la roca caliza dibujando sobre esta, variadas formas: gradas, toboganes, pozas, etc. Y si cierras los ojos, te sientes transportado hacia lugares paradisiacos solo vistos en algún que otro documental.
Pero no cabe cerrarlos mucho tiempo, porque es el sitio elegido para sacar de la mochila las últimas provisiones que alimenten nuestros interiores. Un par de botas de vino que alguien ha traído, acompañan a los bocadillos. Dicen que en altura, el vino gana graduación, el de Javier ha debido subir al Aneto, porque, ¡leches, como quema!.
Caprichos del agua.
Pero todo lo bueno se acaba, hay que moverse, nos queda un rato de camino y no es cosa de dormirse en los laureles.
Cargadas las mochilas sobre el dorso de nuestros seres, reincidamos la marcha por la margen derecha del Bellos, lo que nos permite asomarnos de vez en cuando a observar su discurrir, sus cascadas, las de los barrancos que en él desembocan, alimentados por los Sestrales.
Las paredes del Mondoto y la espesura del bosque, compuesto principalmente por hayas, abetos y boj,  nos protege del fuerte sol que en estas fechas, dispara sus rayos con mala fe.
Ejemplar de haya.
Agua en la sombra.
Pronto estamos a la altura del río, el ritmo que llevamos es casi tan rápido como el de sus aguas: Un puente nos coloca en la orilla contraria, se va viendo gente que pasea por este precioso camino, lo que nos indica que ya no estamos lejos del final. Así es, la ermita de San Úrbez lo confirma.
Todos los años durante el martes de Pentecostés, el 1 de mayo, el 14 de septiembre y el 15 de diciembre, los lugareños y visitantes salen en procesión en petición de lluvia.
Del santo, cuentan, que nació en Burdeos hacia el año 702. que fue capturado y esclavizado primero por los gallegos y luego por los moros (ya estamos). 
Interior se San Úrbez
Son varios los lugares donde se cree que vivió: en una cueva del Cañón de Añisclo, donde actualmente se ubica esta ermita en su honor, en Albella y la Guarguera donde trabajó como pastor y en el Monasterio de San Martín de Val d’Onsera donde se ordenó sacerdote. Sus últimos años los pasó retirado en otra cueva, la de Arial, en las cercanías de Nocito, hasta morir a la nada despreciable edad de 100 años (todo un chaval).
Ermita de San Úrbez.
La ermita se encuentra encastrada en una imponente pared rocosa y encuadrada dentro del selecto grupo de ermitas rupestres.

De planta rectangular se abre con una puerta en arco de medio punto sobre jambas. 
El altar conserva la gran losa que, según la leyenda, es la misma que sirvió de lecho al santo, así como una hornacina presidida por la talla moderna de un joven San Úrbez con su rebaño. Considerado como “abogado del agua”, San Úrbez cuenta con una de las veneraciones más sólidas del Alto Aragón, extendiéndose por todo el Sobrarbe hasta el valle de Nocito, en la Sierra de Guara.
Entre nosotros, creo que no figura ningún anacoreta, por lo que continuamos el camino.
Puente de San Úrbez.

Pronto estamos cruzando el nuevo puente de San Úrbez, el medieval queda por debajo de este, me asomo a contemplarlo una vez más  y no es el santo quien lo cruza, son Lola y Luís, amantes de esos lugares en que se aprecian vivos ejemplos de la historia.
Una pequeña cuesta, nos deja en el abarrotado parking en el que nos espera nuestro acogedor microbús.
Una vez acicalados, nos montamos en el vehículo con la esperanza de parar en algún sitio a tomar la clásica cerveza, pero ¡hoy no toca!, el conductor va con el tiempo justo que le permite la normativa de circulación, ¡que le vamos a hacer!.
El regreso, lo realizamos por la misma carretera por la que hemos llegado por la mañana, o sea que de dormir "nada de nada", salvo que quieras dar con la cabeza en la ventanilla o en la testa de tu acompañante. Ya vendrán las rectas y cerrarás los ojos y soñarás. Soñarás con un día plagado de bellos y espectaculares rincones, con sarrios y tritones, con pozas y cascadas, con hayas. con el cantar de  los pájaros y..., "el coro" te despertará y volverás a la realidad: "Estamos en Zaragoza, sopla el cierzo, hay que sacar la chaqueta que no hemos usado en el alto del Pirineo porque hace un frío que j...
Hasta pronto.

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