miércoles, 23 de marzo de 2016

POR EL BARRANCO DE LOS TRANCOS

Día 19 de marzo de 2016
        Hoy nos cobijamos bajo el paraguas organizativo de los amigos de Esbarre, digo organizativo porque lo literal del sujeto protagonizará este espectacular recorrido por tierras de Teruel. Ya, unos días antes, las predicciones para el día de "San Pepe", anunciaban lluvia, aún así, somos tozudos y, ¡si hay que ir, se va!.
        Arranca el autobús de la facultad de veterinaria a la hora en punto, hoy no vamos hacia el norte como es costumbre, el sur y Teruel también existen, y casi sin darnos cuenta, estamos atravesando los llanos de Mainar bajo una fina lluvia que esconde el paisaje lejano, el cercano nos enseña el fuerte verde de la mies que en este año promete ser abundante.
        Teruel nos recibe para darnos de desayunar (algunos se meten en el cuerpo un buen "pedazo bocata") y dejarnos realizar otros menesteres que omito nombrar. Las curvas de la carretera que lleva a Cuenca, se encarga de agitar los buches.
         El paso por Villastar, nos trae el recuerdo del accidente de helicóptero en el que fallecieron seis integrantes de la brigada helitransportada que participaba en la extinción de un fuego, hace hoy, justamente, cinco años.
Villel.
     Pronto adivinamos la población de Villel, presidida por su castillo, estratégicamente situado, desde su posición se vigila perfectamente el estrecho valle del Turia a su paso por la localidad. Alrededor del peñasco y su castillo, se sitúa la parte más antigua del pueblo, el caserío lo rodea como si fuera un anillo. En su parte occidental se alza, orgullosa, la torre del homenaje.
       El castillo de Villel vio su apogeo entre los siglos XI al XVI. Las primeras citas sobre el castillo de Villel son de historiadores musulmanes que desde el s. XI hacen mención a su pertenencia a los Banu Gazlum, vasallos de los señores de la Sahla (Llanura), y los también bereberes Banu Razín.
Santuario de la Fuensanta.
       Posteriormente, tras conquistas y reconquistas, fueron varias las órdenes militares, templarios, sanjuanistas,... que le darían su forma definitiva, ésta era zona de frontera con Levante y Castilla, no se sabía por dónde podría llegar el peligro.
       No nos detenemos en la población, el autobús nos acerca hasta el Santuario de la Fuensanta, vetusto edificio unido a la leyenda de "La Aparecida" que cuenta:
"El cinco de septiembre de 1238, un pastor encontró una imagen de la Virgen Santísima, en una ladera de la montaña, en un lugar de difícil acceso.
El pastor al relatar los hechos fue objeto de burla de los incrédulos vecinos, por lo que la Virgen se le apareció pidiendo levantar en ese mismo lugar un templo a su nombre, y sanado su brazo enfermo. Los habitantes del pueblo al ver sano el brazo del pastor, marcharon al lugar de los hechos, y decidieron trasladar la imagen aparecida a la iglesia parroquial. Al día siguiente la imagen había desaparecido volviendo a su lugar de origen".
Ermita de La Aparecida.
      En el siglo XVI se construyó en un lugar cercano, y más accesible, este santuario de mampostería. Según cuenta la tradición las aguas de la fuente de la Fuensanta, que comenzaron a manar tras la aparición de la Virgen, poseen propiedades medicinales.
        Son cosas, son historietas, son leyendas que cada cual puede creer o no, yo...  "pero es maja".    
     El Siglo de oro para el Santuario fue el XVII. La afluencia de peregrinos y de pueblos era tal que todos los domingos y festivos del año había gran trasiego, con ellos llegaban múltiples ofrendas, algunas de mucho valor; la figura del prior de la Fuensanta se hace relevante y algunos de ellos llegaron a puestos encumbrados como Obispo, Canónigo etc. (¡más milagros!)
Preparados (aún secos).
Primeros pasos y primeras gotas.
       De momento no nos mojamos, nos ponemos las botas, cargamos las mochilas, comenzamos a caminar y ¡llueve!.
       El camino discurre por un pista de tierra, en un cruce dejamos la de la izquierda que conduce a "La Aparecida"; efectivamente, entre la lluvia se puede ver una pequeña construcción, pero nosotros continuamos en dirección Norte. 
          Pronto abandonamos la pista para tomar una senda que asciende suavemente, la ruta pasa junto a las ruinas de unas parideras y continúa subiendo hasta el collado de Valdaños desde el que se divisaría una gran panorámica si no fuera por la lluvia. Sí que reconocemos el pequeño embalse de Villel que recoge las aguas del manantial de Chartera y, también vemos las negras nubes que se aproximan hacia nosotros. 
Desde el collado de Valdaños. En primer plano, las margas.
       El descenso hasta el embalse lo hacemos por una senda marcada sobre un auténtico campo de arcillas de los más variados colores y con gran adherencia a las botas que se cargan con algunos centímetros más de suela. Aliagas, romeros, tomillos, son usados por los esbarristas para frenar los resbalones que provoca el estado del piso. Y, además, ¡llueve!.
       Cruzamos el dique y seguimos por una pista rodada, pero antes de llegar al barranco, la ruta cruza por un puente de madera, sobre un pequeño cauce y pasa junto a la fuente Chartera.


     Las modernas prendas impermeables comienzan a perder estanqueidad y, poco a poco, nuestros interiores van notando el frescor de un agua que no cesa de caer. La cámara de fotos, también va recogiendo, no solo lo impresionante del lugar al que estamos llegando, sino también, gota a gota, la humedad del día que impide sacar buenas instantáneas.
        A unos metros de la fuente Chartera, se encuentra la boca del Barranco de los Trancos, en el que se adentra el itinerario. Hay zonas en las que el sendero se estrecha tanto que se puede tocar con los brazos los dos lados que flanquean el cauce, y llega un momento en el que el paso es tan estrecho y desnivelado que se ha equipado para facilitar el tránsito de caminantes.
Barranco de los Trancos.
Para ayudar a subir se han instalado varias sirgas y grapas que, dicen, soportan más de 1000 kg de peso cada una (certifico que alguna no llega a esa cifra). Tras un buen tramo equipado, el recorrido sale de la parte más encañonada y avanza a lo largo de unos minutos por el cauce, ahora seco pero que en algunas épocas se inunda, esperemos que no sea hoy porque ¡llueve!, motivo que nos exige mantener la atención para no resbalar por ninguna de estas rocas carentes de cualquier vestigio de vegetación. Es el momento de valorar la destreza de este grupo y, lo aseguro, es de notable.

Y...¡llueve!
Trepando.
            Las paredes comienzan a separarse; la vegetación, antes inexistente, hace acto de presencia, el sendero se ensancha y el cañón se torna en rambla, al menos parece que existe la luz, no mucha pues ¡llueve!.
En una de las paredes alguien ha pintado "the end".
        La senda que hasta ahora ha dirigido nuestros andares en dirección NO, gira hacia el SE por una lazada que, poco a poco, nos va subiendo hasta la parte alta del desfiladero que hemos recorrido.
         Alcanzamos un collado en el que el viento se alía con el agua, así como para refrescar las zonas más íntimas de nuestros seres.

Salida
        Por una senda, convertida en atracción de feria (más barro), descendemos como cada cual puede para coger una pista cubierta de tal cantidad de arcilla, que es capaz de abastecer a toda la industria alfarera del país, ¿alguien ha oído hablar de la cerámica de Teruel?. Además, ahora no llueve, ahora... ¡jarrea a mares!.
         Hasta llegar a Villel, pateamos unos tres kilómetros de agua y barro, vamos, que llegamos al pueblo... ¡hasta el cuello!.
      Hace tiempo que no recibíamos la llegada al autobús con tanta alegría. Como podemos, nos cambiamos de ropa (toda) y bajo la lluvia, nos acercamos a un bar.
Puchero de alubias en la fonda.
        Pero no se crea el lector que nos tomamos un café calentito, un chocolate, un caldo..., no, parece ser que la cerveza y el vermut también calientan estos cuerpos humedecidos por la lluvia y además ¡qué leches, nos lo hemos ganado! ¡bastante nos hemos mojado por fuera!. No hemos parado ni para...
         De oca a oca y tiro porque me toca, es decir, del bar nos trasladamos a la "Antigua Fonda de Villel", en la que un agradable personal nos sirve un buen plato de alubias y otro de secretos de cochino, ambos regados con un buen garnacha, dejándonos en condiciones óptimas para, en el regreso a casa, introducirnos en el más profundo de los letargos. -¡Mecagüen..."ha escampao"!-.
           Pese a todo, hemos realizado un recorrido espectacular que habrá que repetir en otra ocasión, a poder ser en épocas de sequía, hay quien se ha estrenado en esto de salir al monte con Esbarre, esperemos que repita.
            Ya en casa, no llueve, ¡graniza!.
            Hasta pronto.

LOS CLICS DE HOY:

Pase de diapositivas
Fotografías (las que se pudieron)
Track
Datos técnicos:
Recorrido

Perfil:
Distancia: 10,3 Km.
Desnivel de ascenso: 302 m.
Desnivel de descenso: 380m
Precipitación: 6 mm. durante el recorrido.

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