miércoles, 16 de marzo de 2016

POR LAS SENDAS BLANCAS DE ORDESA


     Teníamos ganas de que la meteo nos anunciara un fin de semana en condiciones de salir al Pirineo y ver como ha quedado tras las últimas borrascas de nieve. Además, en este andar por la vida, ambos, Maite y yo, ya nos hemos merecido un fin de semana en condiciones, de esos que te dejan algo de poso en el "traste d´encima da cervid" (cabeza).
         Ponemos el punto de mira en un lugar que ya conocemos de sobra, pero tiene ese puntito mágico que, aunque vayas mil veces, siempre te sorprende con algo nuevo. Estoy hablando de Ordesa. Ya lo conocíamos mostrándonos los colores propios del otoño, con sus tonos que van desde el más pálido de los ocres hasta el más fuerte de los rojos; lo conocíamos en la ida y vuelta al mítico Monte Perdido; anduvimos sus fajas más o menos aéreas; con sol y con lluvia. Pero no habíamos recorrido sus "blancas sendas", ni disfrutado del paisaje que nos muestra las maravillas de la dura climatología en este tardío invierno.
Día 12 de Marzo de 2016
El Pilupín.
      Para calentar las garras decidimos acercarnos por el puerto de Cotefablo, hasta la boca oriental de su túnel. Creí que habría problemas para aparcar, pero no se ve mucha afluencia de personal, en otras ocasiones este lugar lo hemos visto abarrotado.
        Siempre que hemos venido por "ista tierra", lo hemos hecho para visitar al Erata, el Pilupin o ambos a la vez, o como punto de partida para alguna travesía, pero hoy cambiamos de ruta y nos proponemos subir al Pico Toronzué con la nieve bajo los pies.
         Ni una nube, cielo totalmente azul y el termómetro con un par de grados negativos. 
En el primer collado.
      Arrancamos por la senda que transita por encima de túnel, las raquetas van colgadas en las mochilas, el estado de la nieve no requiere de su uso. La inexistencia de huellas y un despiste por mi parte, nos hacen seguir la pista que, con algo más de rodeo, nos deja en el collado que, a la izquierda, se dirige al Pilupín, nosotros tomamos el de la derecha en dirección Norte.
         Aunque corre una ligera brisa, la mañana es espectacular, desde aquí ya se adivinan algunas de las montañas que jalonan nuestra geografía.



Lomera.
       Pronto estamos en el viejo puerto de Cotefablo, cruce de caminos que recorrieron las gentes de los valles de Broto y Biescas. Abajo, al oeste, queda Yésero, al este Linás de Broto. Pero nosotros no bajamos, que hay que "subir p´arriba", para lo que seguimos por la pista que rodea la Punta Gabardos y el collado de su mismo nombre. La capa de nieve comienza a dificultar el caminar y decidimos colocarnos las raquetas pese a que ha ventisqueado y en algún punto castigamos los clavos recientemente estrenados.
       Dejamos la pista y a partir de ahora, transitaremos por un cordal (lomera le llaman en mi tierra), no sin antes detenernos en una pequeño ventisquero a echar un tentempié.
Rojo sobre azul.
      Y nada, con las fuerzas recuperadas a base de lomo embuchado, tiramos lomera arriba (sin embuchar) pasando por el Monte Torcedor (1913 m.), ligero descenso y, de nuevo subida, siempre por el cordal, hasta el Tozal de las Planas (1962 m.). 
         Poco más arriba, sobre la cota 2000, Maite decide que -"hasta aquí hemos llegado"-. Quedamos en que me espera a que baje, yo sigo subiendo y, china chana, en media hora, alcanzo la cima del Pico Toronzué (2268 m.). 
          De vez en cuando, el viento sopla levantando una nube de polvo blanco que casi espanta.

Sierra de Tendeñera.
         Y como siempre que subes un pico, tomas aire, un trago de agua y ¡a gastar retina!: El norte está flanqueado por la sierra de Tendeñera presidida por su pico de 2853 m. En el oeste, casi al alcance de la mano, todo blanco, luce la Punta Bachesango de mi misma altura. Un poco más lejos, la Peña Oroel ensombreciendo la muy noble, muy leal y muy vencedora Jaca. Miro al sur, abajo diviso un puntito, es Maite, más arriba "los montes que pisé pero no vi": a la derecha el Erata (2003 m.) bajo los que descansan, en su ladera sur, los pueblos que fueron y que ya no los son, me refiero a los del Sobrepuerto. En la misma sierra, a la izquierda, el Pilupín (2007 m.) cuyo nombre, según nos contará por la tarde Amador en Linás, significa "pico del lobo" (lupus en latín). Al este, vigorosa como siempre, asoma la estampa de la Peña Montañesa, Turbón y el nevado Cotiella, más cerca, aquí mismo, la blanca estampa del Mondiciero (2295 m.) y...no sigo que me duelen los ojos.
Ripera y Tendeñera.
Turbón y Peña Montañesa.
Yésero.
        Como el resto del día, ¡nadie!, o sea que no hay más foto de cima que la que, estirando mi castigado brazo, me realizo a mí mismo ("selfie" le dicen ahora, autorretrato me suena mejor). Eso sí, el paisaje calienta mi cámara de lo lindo. Pero abajo me espera Maite, así que, al igual que la cámara, caliento las raquetas dejándome caer por la lomera hasta su encuentro.
       La vuelta la hacemos por el mismo recorrido de subida hasta el cruce del Pelopín, esta vez bajamos por la senda que en pocos minutos nos deja en el coche.


Bajo la sombra del Pilupín.
        Ahora nos desplazamos hasta Linás de Broto, a pernoctar en "El Último Bucardo", albergue del pueblo en el que nos atiende amablemente el nombrado Amador, nos cuenta algunas cosas de por aquí, por ejemplo que la cima que conocemos como Pelopín en los mapas, no es exactamente esa, que la verdadera es la que tiene un montículo de piedras en el que se reunían los pastores (¿para cazar al "lupus"?). Lo dejaremos tal cual, pero lo importante es que el arroz que nos ha servido Amador estaba riquísimo.
Iglesia.
        Antes de cenar, aunque una vez puesto el sol la temperatura ha bajado considerablemente, nos damos un paseo por Linás, anclado bajo la sombra del Pilupín,  que conserva algunas chamineras (chimeneas)  sobre los tejados de losa. Observamos diversas puertas, ventanas y balconadas, curiosos ejemplos de casas solariegas. Un charco helado, me da un buen susto.
        Nos acercamos a la iglesia, es del siglo XVI con antecedentes medievales. Constituye un sencillo, pero bello edificio de una sola nave con cabecera plana, destacando una torre con aspilleras y matacanes, testigo de tiempos tumultuosos.
Y con el somnífero del cansancio en el cuerpo, pronto estamos soñando con angelitos vestidos de lobos, ¿estarán por el Pilupín?.
       Buenas noches
Recorrido

Perfil:
Distancia: 13,2 Km.
Desnivel acumulado de ascenso: 999 m
Desnivel acumulado de descenso: 999 m.
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Día 13 de Marzo de 2016
Linás amanecido.
        El cielo completamente limpio, la noche ha sido heladora y no menos la mañana. Lo atestigua el coche que pide un poco de amor en el arranque.
          Ya hemos desayunado y nos despedimos del "Último bucardo", vamos camino de la pradera de Ordesa a la que llegamos sin ningún contratiempo, pues a pesar de que un cartel anuncia que no tiene mantenimiento invernal, lo cierto es que la han limpiado de hielo y nieve. incluso el parking.
        En estas fechas, el sol ya va ganando altura y clarea más, si puede, el blanco con que la nieve ha cubierto el entorno.
Primeros pasos.
        Como no, a modo de guarda del valle, el Tozal del Mallo vigila a los pocos, si lo comparamos con el verano,  que subimos a Ordesa.         Con las raquetas al hombro comenzamos a caminar por la margen izquierda del río Arazas, el sendero adaptado presenta el suelo con la nieve endurecida por el frío nocturno. La Senda de los Cazadores está cortada, es peligrosa con el hielo. Resulta sobrecogedor recorrer este camino con la única compañía de las sombras que producen las hayas sobre la blanca nieve. Frente a nosotros lucen soleadas las paredes del Gallinero e intento adivinar las diferentes fajas que albergan estas impresionantes paredes. Pasamos por la "Piedra de las Siete Faus" de la que ya conté en una de las anteriores ocasiones, que un letrero dice:
Piedra de las Siete Faus.
"Soy la "Piedra de las Siete Faus". Ya no me acuerdo desde cuando me llaman así, pero debía ser hacia 1918 cuando el Valle de Ordesa fue declarado Parque Nacional y los guardas me tomaron como referencia. ¡En cuantos de sus escritos, aparecía!. Por entonces, sobre mí, crecían siete añosas hayas, no muy recias pero sí altaneras, en fin, ¡tenía una bella figura! Me gustaría volver a ser de apariencia musgosa y cuidar de las hayas que solo quieren tocar el cielo."
       Dejamos atrás el pedrusco "d´as faus y no tardamos en cruzar el río en dirección a la primera de las cascadas: "La Cueva". Con algo de dificultad, por la nieve, descendemos al mirador y con los ojos abiertos (y la boca también), quedamos afectados gratamente de lo que nuestra retina capta en clara competencia con la cámara que disparamos una y otra vez, como si la magia fuera a desaparecer.
Cascada de la Cueva.
Por blancas sendas.
     Abandonamos el bello lugar para, por una empinada senda, acceder a la próxima cascada. En el camino entre una y otra, participamos de un sorprendente concierto de primavera. No es de Verdi, no es Handel, tampoco Mozart, pero suena a gloria: Los pájaros entonan bellas melodías, de entre ellos, es el carbonero quien destaca en sus solos, ejerciendo de tenor.
      Perdón, tanta emoción me lleva a pulsar las teclas llevado por la pasión que nos producen los sonidos de este paraíso. Y es que salimos de una y entramos en otra, ante nosotros, entre "chupones" de hielo, caen las aguas del Arazas abriéndose paso entre la nieve para enseñarnos el decorado del escenario al que accedemos por las "blancas sendas de Ordesa". Estamos ante la Cascada del Estrecho.
Cascada del Estrecho.
Bosque de las Hayas.
        Pero hay que seguir, el camino va subiendo poco a poco y, aunque cubierto por la nieve, decidimos caminar "a pelo", es decir, con las raquetas colgadas.
        El paso por el Bosque de las Hayas, en estas fechas, sobrecoge al más valiente. El sol penetra, sin ninguna dificultad, entre las filas del ejército fayedo tan vestido en verano y tan desnudo en este tardío invierno.
        Y china chana, con Maite en cabeza, vamos tragando millas haciendo camino entre la nieve hasta el próximo espectáculo que se representa en la "Gradas de Soaso" de blanco decorado.

Gradas de Soaso.

Dos de las Tres Sorores (las de detrás)
        Teníamos previsto llegar hasta aquí, pero con tan espectacular día y aplicando la norma del "yaque", tiramos hasta el final del Circo de Soaso por el blanco llano que nos acerca hasta la "Cola de Caballo" en la que hay algo de personal, pero nada comparable con otras fechas más estivales.
       Sacamos la cámara de fotos y los "esmarfones" y capturamos la cascada, la luna, la chova piquigualda, el Monte Perdido, el valle y, como no, nosotros que ¡pa ixo hemos veniu!. Nos acordamos de nuestro amigo, que tras pisar este suelo en el verano pasado, nos dejó para siempre.
Hielo (para el pacharán) y Cola de caballo.

        "Sobre nosotros descansan las Tres Sorores, Monte Perdido (3.355 m), Cilindro (3.328 m), y Añisclo (3.263 m), montañas a las que se les han dedicado canciones, poemas, escritos y, como no, también tienen sus leyendas, una de ellas dice algo así como:
Las Tres Sorores en el verano de 2014.
    "Corría el siglo V cuando el caudillo visigodo Eurico arrasó una aldea cristiana del Pirineo. Ese día, tres hermanas huérfanas de madre que iban a casarse pudieron esconderse en el bosque, mientras el resto de habitantes eran asesinados o se convertían en esclavos.
      Cuando regresaron al pueblo solo encontraron desolación, muerte y un herido visigodo al que curaron a cambio de la promesa de que liberarían a los prisioneros, entre los cuales se encontraban sus futuros esposos.
        Llevado al campamento, una vez recuperado, las tres hermanas conservaron la vida en señal de gratitud. 
         Los días transcurrieron sin noticias de sus amados hasta que decidieron recordar al soldado su compromiso, pero éste les dijo que sus novios, tras renegar de su fe, se habían casado con tres godas y que en ese momento se encontraba en una misión. En realidad, los tres permanecían retenidos.
En el 2014, observando a las muchachas.
    Con el paso del tiempo, mermado el dolor, una de las hermanas se casó con el joven salvado y las otras con sendos guerreros; pero algo ocurrió la noche de bodas: el espectro del padre se les apareció y las jóvenes huyeron del campamento a las montañas, instalándose de penitentes en tres barracas.
     De repente, una terrible avalancha de nieve sepultó las chozas de las tres desdichadas y un espantoso terremoto levantó, sobre ese lugar que ocupaban, tres sombríos montes: las Tres Sorores, como recuerdo de aquella triple apostasía y en respuesta a una maldición".
          Es tan solo leyenda pero...¿quién sabe?.
De vuelta.
       Buen lugar, este, para echar algo de carburante al cuerpo. No llevamos grandes manjares pero en este restaurante, cualquier bocado sabe a gloria. Echamos una charrada con unos jóvenes (como nosotros) calatorenses, charrada al estilo cazador contando los logros, venturas y desventuras por "aqueras e istas montañas".
      Pero -que pena-, hay que volver, cama no hay en estos pagos, así que "p´abajo". Ahora sí, ahora nos colocamos las raquetas, pues algunos tramos de bajada así lo aconsejan.
       Oímos y vemos desprenderse grandes bloques de hielo que, menos mal, no llegan hasta nuestro camino. Lo hacemos por el de subida, solo que en esta ocasión, no abandonamos la GR-11 para poder disfrutar de la última de las cascadas, la de Arripas que, aunque ya no le da el sol, nos regala un último suspiro de grandeza.
Cascada de Arripas.
Valle de Ordesa.
   La temperatura está descendiendo más deprisa que nosotros, hay que abrigarse. Nos cruzamos con algunos paseantes que recorren la zona próxima a la pradera. La virgen que se encuentra junto al desvío de Cotatuero, nos anuncia que ya estamos llegando, nos anuncia, también, que no despertemos de este sueño invernal.
      Pero todo se acaba, nos cambiamos de calzado (a mí se me hace difícil conducir con raquetas) y volvemos camino de casa no sin antes hacer una pequeña parada en Broto a recuperar líquidos perdidos. Un servidor lo hace con una pequeña dosis, es lo que tiene ejercer de "chofeur".
          La típica y acostumbrada "caravana atascada del Monrepós", no empaña un fin de semana que ya nos merecíamos, porque aunque nos entusiasma salir al monte con los amigos y compañeros de batallas, así, tan solo con la persona que compartes el día a día, tampoco está mal. Es algo así como la fruta, que alcanza su mejor sabor cuando madura.
Hasta pronto.


Recorrido.

Perfil:
Distancia: 17,3 Km.
Ascenso acumulado de ascenso: 563 m
Descenso acumulado de descenso: 563 m.

3 comentarios:

  1. COMO SIEMPRE DANDO ENVIDIA..........QUE LO SIGAMOS DISFRUTANDO MUCHOS AÑOS JOSE LUIIS.

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  2. COMO SIEMPRE DANDO ENVIDIA..........QUE LO SIGAMOS DISFRUTANDO MUCHOS AÑOS JOSE LUIIS.

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    1. Mientras el cuerpo aguante, Pelucas, seguiremos disfrutando, y respetando, las maravillas que la naturaleza pone a nuestra disposición.

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