jueves, 22 de marzo de 2018

VUELTA AL CASTILLO DE SORA

Día 21 de marzo de 2018
Castillo de Sora.
             Mañana fría, el cierzo sopla con fuerza en el valle, en las tierras de las Cinco Villas el hielo duerme en los charcos; docena y media de "jóvenes" jubilados sin "quehacer" los miércoles, nos desplazamos hacia Castejón de Valdejasa y en varios vehículos nos acercamos, unos kilómetros al norte, para comenzar a caminar desde una paridera.
               Allí, sobre una plataforma de roca caliza y arenisca se yergue, majestuoso, el Castillo de Sora (habrá que subir).
           Pues eso, ¡vamos!. Con las botas puestas y tapados hasta tal extremo que no nos reconocemos, bien guiados por Armando, cogemos un camino que en un par de lazadas nos deja, cien metros arriba, en las mismas murallas de estas ruinas cargadas de historia. 
            Una vez arriba, recorremos el recinto que se adapta perfectamente a una estrecha meseta con unas paredes que, mejor, no medir
     Algunos "estalentaos" se introducen en el interior de la torre del homenaje que tiene dos plantas interiores cubiertas con bóveda de medio cañón e iluminadas por ventanas con molduras de estilo renacentista mientras que la puerta de ingreso es en arco rebajado. 
Torre del homenaje.
Ventana.
              Tras un profundo desnivel, al norte, quedan restos de una torre defensiva y sobre ella decenas de buitres alzan un bello vuelo al descubrir que abajo hay carne (mejor que no la prueben, es bastante dura).
           Arriba calificaba estas ruinas como históricas, ¿que por qué):
           Esta fortaleza ha tenido montón de dueños. Pedro II se lo  cambio  a su tocayo de Aresa por Alcubierre en el 1200. Jaime I, en 1243, lo hipotecó a Artal de Luna y Castellar que luego lo entregaron al rey tras la expatriación del conde don Fadrique en 1430. Ya antes fue prisión de la abadesa de Loarre, doña Violante de Luna.
Al norte los Pirineos.
         Actualmente parece ser que es propiedad de los duques de Villahermosa y si la cosa sigue así, las cuatro piedras que quedan en pie, caerán por su peso.
     ¿Y las vistas? ¡buah!, impresionantes. Hacia el norte, pese a que hay algunas nubes, observamos las blancas cumbres pirenaicas; en los llanos de las Cinco Villas, la mies tiñe de verde el paisaje; el Moncayo anda con la boina calada hasta los ojos, al abrigo del viento que sopla del norte. Y nosotros, con la misma pinta que el Moncayo abandonamos el lugar para iniciar un recorrido alrededor de esta meseta pues como dice el título de este grupo en whatsaap "Andar es Salud".
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Recuperando...
           Un bonito y ventilado paseo entre los campos y parideras de la zona, admirando el castillo desde abajo, en todas sus caras.
     Empequeñecidos bajo la grandeza de la fortaleza, unas veces por camino, otras por barrancos, algunas por eriales y en alguna ocasión por barbechos volvemos a los vehículos. No es que hayamos gastado muchas energías pero las alubias y el conejo escabechado que nos sirven en Castejón de Valdejasa nos caen "de primera". 
            Y es que esta población tiene una bonita iglesia mudéjar dedicada a Santa maría la Mayor, una ermita-santuario dedicada a Santa Ana, una bonita Plaza Vieja, pero si preguntas a alguien por Castejón de Valdejasa te contestará – ¡ah, sí! el conejo escabechado de Carlos... mmmmmm.
Santuario de Santa Ana.
               Tras los cafés, unos con coche y otros "a pata", subimos a la ermita pues –"yaquestamos"–. Y tras visitarla, nos despedimos...
              Hasta pronto


Datos técnicos 
(El track para GPS, pulsando sobre la palabra wikiloc de abajo)

martes, 20 de marzo de 2018

ALIAGA (Sendero fluvial)

Día 17 de Marzo de 2018
Fresca mañana invernal.
       Pese a la previsión meteorológica anunciada, el autobús que nos han preparado las gentes del grupo de Marcha Nórdica CAI presenta un "casi completo", con más de cuarenta senderistas dispuestos a pasar un buen día. Añado el gustazo que da ver, entre los convocados, a gente joven pues algunos ya tenemos marcado el "consumir antes de..."
          La mañana es fresca, nublada, ventosa... Los aerogeneradores de Mediana están alegres, más adelante Belchite nos muestra la cara de lo que nunca debió suceder. Lécera nos saluda con sabor a vino y olor a mies, mies que ya verdea en los amplios campos de esta dura llanura.
Viejo Belchite
             Cuando llevamos como una hora de viaje, el entorno cambia su color y su aroma: la tierra se va tornando en el negro del carbón de estas cuencas bajoaragonesas y aún se siente el olor del sudor que brotaba de los poros de las negras caras de sus mineros.
                Superado el puerto de San Just, pasamos por Jarque e Hinojosa para, enseguida, llegar a la barriada, minera que lo fue, de Santa Bárbara de Aliaga.
          Desayuno en el Albergue que se encuentra en la mencionada barriada y, sin tardar, comenzamos a caminar.
                  Varios puentes nos llevan a uno y otro lado del cauce del río de la Val que pronto se abraza con el Guadalope que viene viajando desde el puerto de Sollavientos y que tendrá que salvar varias regulaciones para llevar sus aguas al Ebro.
Por el río de la Val, bajo los chopos cabeceros.
             Caminamos bajo las ramas de los típicos chopos cabeceros, nombre popular que recibe el chopo negro tras ser sometido a una escamonda periódica para obtener madera, combustible y forraje. Por el tipo de poda que se le aplica suele engordar la parte superior del tronco, de aquí su nombre de "cabecero".
         A nuestra izquierda vamos dejando Aliaga que habrá que visitar en otra ocasión, pues el tiempo se encargará hoy de lo contrario. 
          En el camino, a la salida de la población cruzamos un puente al que le bautizo como "ferromedieval" pues parte de él está reconstruido con hierro.
Por el puente ¿de piedra? ¿de hierro?.
        El puente nos deja a las puertas del Santuario de la Virgen de la Zarza, construcción barroca del siglo XVII, de mampostería y cantería, con tres naves cubiertas con bóvedas de medio cañón, el crucero con cúpula sobre tambor y la capilla mayor con bóveda en forma de concha.
         Tan solo disfrutamos de su vista exterior, que presenta una sorprendente fachada con dos torrecillas a los extremos y un cimborrio en el centro donde se encuentran la nave central y el crucero decorado de forma reciente con piezas cerámicas en forma de escamas azules y blancas de gran hermosura.
Santuario Virgen de la Zarza.
Estrechos de Aldehuela.
          Bajo una considerable nevada nos vamos adentrando en los estrechos de La Aldehuela, en este lugar el entorno se manifiesta de forma contundente y la ruta se ciñe a las paredes como Putin a su trono. Atravesamos los llamativos pliegues y hoces que configuran el Parque Geológico de Aliaga. 
            Escaleras, pasarelas, sirgas... son salvadas con más o menos destreza en un desfile de mozas y mozos en el que se exponen, como si de moda se tratara, capas, paraguas, goretexes, plumas y... ¡cara de susto! de algún "neosenderista".
            Es un capricho de este río, el Guadalope (río de lobos) que, a lo largo de los años, ha ido esculpiendo las caprichosas formas que las rocas nos muestran.
Central de Aldehuela.
            Finalmente, tras superar un collado, se nos abre el paisaje postindustrial del embalse y la vieja central térmica de La Aldehuela. Esta central murió de la misma forma que iba muriendo el carbón de esta cuenca, allá por 1982.
          Si los amigos de Pink Floyd hubieran conocido esta vieja instalación, en su disco "Animals" se habría plasmado esta fotografía en la portada. –Al menos es lo que comentamos los "viejos rockeros" del grupo.
                 La nieve se ha tornado en agua, de aquí en adelante estaba previsto subir a los miradores y visitar el castillo de Aliaga pero, sabia decisión: hoz, miradores y castillo habrán de esperar, seguro que, por el momento, no se van a mover de su sitio. Habrá que volver.
Concluyendo, junto a la presa.

Ermita Virgen del Pilar.
           Es pronto para acudir a la comida prevista en el albergue, así que, "bien chipiados", nos subimos al bus que nos lleva hasta Hinojosa de Jarque con el fin de visitar la ermita de la Virgen del Pilar.
           Esta ermita fue construida en el siglo XVIII y, posteriormente, restaurada en el XX, destacando por la originalidad de su estructura. Se trata de un espacio central octogonal rodeado de ocho capillas alternadas con unas pequeñas hornacinas de forma triangular que le originan un nuevo perímetro octogonal.
           El núcleo central se cubre con una gran cúpula semiesférica iluminada por la luz que le llega a través de las ventanas adinteladas del tambor y varios óculos.
Altar y cúpula.
            La decoración la componen enlucidos y estucos de colores pastel y fuertes dorados, que le confieren un cierto estilo rococó que a algunos nos parece demasiado cargado, especialmente por las figuras de los horrorosos angelotes y algunas pinturas, en contrapunto con la imagen central de la virgen. Me pregunto si uno de los ángeles, guitarra en mano, será el mismísimo espíritu de Paco de Lucía. –"No sé yo".
                 En el exterior se aprecia un edificio de volúmenes unitarios en los que se refleja la composición interior de los espacios. La cúpula se cubre con tejas vidriadas y, bajo estas, la teja árabe.
                En el pórtico, más de cuarenta santos y santas se afanan por ubicarse en el mejor lugar, pues llueve y las puertas de la virgen ejercerán de refugio de la lluvia, para que sus cuerpos y almas sean inmortalizados  por  las cámaras en estos últimos instantes que preceden a la comida que tendrá lugar en un repleto albergue que compartiremos con otros caminantes.
¿Paco de Lucía?
Buena cuadrilla.
Paisaje de vuelta.
          El yantar se desarrolla en un gran ambiente de tal camaradería y humor, que no hay garbanzos, ternera, vino y licores que puedan con la marcha de este coro celestial
          En fin, una jornada que la climatología nos ha recortado pero que, aun así, hemos disfrutado. Además, en esta ocasión, a los "bosses" habituales del "Nordic Walking CAI" se ha sumado Enrique: gran hombre, bonachón y "gran conversador"; conocedor de estos bellos rincones que se esconden en la sorprendente provincia de Teruel. ¡Gracias amigo!
               Hasta pronto.



Datos técnicos (El track para GPS, haciendo clic en la palabra de abajo: wikiloc)

viernes, 2 de marzo de 2018

CONGOSTO DE OBARRA (Camino de la Croqueta)

Día 24 de Enero de 2018
Río Isábena.
        Los mozos del Stadium Casablanca nos han preparado una de esas salidas que combinan una marcha eminentemente senderista con una buena dosis de cultura e historia de esta tierra de Aragón.
         El autobús presenta una buena entrada, superamos los cuarenta participantes con una buena presencia de gente joven. El resto, simplemente, cargamos con una buena dosis de juventud acumulada.
          Como siempre que nos dirigimos camino de tierras ribagorzanas, nos detenemos en la "muy antigua y muy noble villa de Graus" para, en el garito de costumbre, unos y otras cargar las calorías "gastadas" en el "dulce velar" del trayecto. Algunos pedimos café con leche, nos sirven "cuenco de leche" con una miaja de tinte tropical.
Buena cuadrilla.
Paseando por "la fresca".
            Pero no importa, de nuevo en el autobús tiramos por la ribera del río Isábena hasta cerca del cruce de la carretera que sube hasta Espés. En la sombra la temperatura es fría, pero las primeras cuestas calientan al personal.
      Comenzamos caminando por la mencionada carretera, es estrecha y el bus no puede alcanzar el punto en el que se inicia el sendero llamado "Camino de la Croqueta". ¿Que por qué croqueta?, parece ser que nada tiene que ver con tan exquisito manjar que tan bien prepara el cantinero de mi barrio. Cuentan que, aprovechando un estrecho del camino, por el que luego pasaremos, los pastores de los rebaños contaban las cabezas – que no se habían despeñado – del ganado, y cada equis  unidades realizaban una muesca, llamada "croca" (muesca en la vieja Ribagorza),  en un palo y, dicen, que por eso le llaman el camino de la Croqueta.
El sol ciega tus...
       –A lo que vamos– La nieve, dura por el frío, cubre algunos tramos del sendero (GR 18.1) que tomamos con precaución. En un principio desciende hacia el Isábena, aunque nunca nos acercaremos a su orilla.
          Salvo en algún momento, la senda discurre con total amabilidad; tan solo alguna precaución pues, a nuestra izquierda, el congosto que ha esculpido la fuerza del agua en la roca nos abre un buen precipicio, cada vez más profundo, que conviene no medir. Son paredes casi verticales de algunos centenares de metros y que parecen cortadas a cuchillo, las cuales llegan a conformar una estrecha garganta por donde discurren las aguas bravas del río Isábena. 
"Palmojito"
         Caminamos entre quejigos, pinos, arbustos de boj, etc. En algunos rincones cuelgan algunos carámbanos – chupones les llamamos por aquí – que me recuerdan el hielo de los mojitos que nos tomamos en Santiago de Cuba hace pocos días. El bullicio de algunas chovas nos hacen echar la vista arriba y vemos el fastuoso vuelo de los buitres.
            Pronto llegamos a un desvío que indica "La Font dels Fustes", algunos nos acercamos hasta ella pero está más agotada que el cráneo del Trump.
          Seguimos por el camino, tras  una subida zigzagueante alcanzamos el Paso de la Croqueta, aquel del ganado por el que las ovejas pasaban una a una.
–Pastor marca una croca.
          No somos ganado ovino pero sí disciplinado: enfilados y sin pastor vamos pasando por tan curioso y bello lugar desde el que se divisa, blanca ella, la sierra de Sis y a nuestras espaldas las altas cumbres de los Pirineos.
             Seguro que este camino tuvo en otras épocas tremenda importancia, atraviesa zonas muy escarpadas que supondrían bastante peligro para los animales de carga y que, en alguna ocasión, se habrán producido  alguna caída al vacío de machos o burros con su apreciada carga. Si este camino pudiese hablar a buen seguro nos podría contar historias y vicisitudes de todo tipo que hayan podido acaecer durante su tránsito.
Conjunto del Monasterio de Obarra.
          Ya queda poco, comenzamos una pronunciada bajada hasta el pueblo de Ballabriga y nos deleitamos con una nueva visión del valle del Isábena y la mencionada sierra de Sis cercándolo por su margen izquierda.
         El último tramo lo descendemos por la carretera, seguido de un camino que atraviesa el río Isábena que salvamos cruzando un puente medieval (sustituye al que, unos metros más arriba, se llevó una riada en 1964) hasta alcanzar el Monasterio de Santa María de Obarra, un conjunto compuesto por la Iglesia de Santa María, la ermita de San  Pablo, las ruinas del palacio abacial y el citado puente.
Aquí dejo los datos del "Camino de la Croqueta" 
(El track se puede descargar haciendo clic sobre la palabra wikiloc de la derecha)



               Nos espera mosén Laureano, que nos cuenta la historia de tan insigne lugar para, posteriormente, introducirnos en  la iglesia y mostrarnos una de las joyas del románico lombardo.
Iglesia.
         Llama la atención la fachada sur. En ella vemos dos puertas, la de la derecha en doble arco de medio punto, el cual se apoya en dos capiteles con decoración vegetal y geométrica, son uno de los escasos restos de la primitiva construcción visigótica. 
          La puerta de la izquierda del siglo XVI, es de medio punto dovelada, y en la clave central se encuentra el escudo de los Mur. En la misma fachada se encuentra la base cuadrangular de una torre que se comenzó pero no llegaría a terminarse nunca. 
         Curiosa resulta la cubierta compuesta de tres tejados independientes; más alto el central cubierto a dos aguas; mientras las naves laterales sólo lo hacen en una. 
Detalle del muro de la fachada sur. Vanos de derrame interior, separados por lesenas; sobre los cuales encontramos la decoración de arquillos ciegos; y sobre ellos un friso de esquinillas.

La cabecera dividida en tres ábsides, el central mayor. Los tres, asimismo, con decoración lombarda. Los muros de los ábsides, divididos por cuatro lesenas que los segmentan en tres paños cada uno. Están decorados en su parte superior con friso de arcos ciegos y esquinillas (los laterales).
Ábside principal.
           El interior presenta un templo basilical de tres naves. La nave de la epístola está totalmente cubierta por bóvedas de arista. En la central, sólo los tres primeros tramos tienen bóvedas de arista, mientras que los restantes son de medio cañón. En la del lado del evangelio hay cuatro tramos con bóveda de arista, siendo de cañón los tres más próximos a los pies. 
        La cabecera del ábside principal, está cubierta con bóveda de cuarto de esfera. En este ábside vemos la imagen de la Virgen de Obarra, escultura en piedra del siglo XIV (sustituye a la primitiva románica desaparecida).

Escultura de la Virgen de Obarra.
Ruinas del palacio prioral.
       A los pies de la iglesia se encuentra el palacio prioral, construido por el prior Pedro de Mur durante su mandato entre 1550 y 1580. En él, aún se puede ver algún muro con almenas, restos de ventanales, alguna estancia abovedada que pudiera corresponder a las bodegas, y una portada muy deteriorada, en arco apuntado.
        La ermita de San Pablo de Obarra está situada al lado de la iglesia de Santa María de Obarra. Es el edificio más antiguo del conjunto, pudiéndolo fechar en el siglo XI.

Ermita de San pablo.
Arco de Santa Ana.
         Interesante visita pero aquí no acaba la cosa, montados en el autobús nos trasladamos hasta Roda de Isábena, conjunto urbano, sumamente interesante por su pintoresquismo y especial distribución de las calles sobre la cima de la colina, a cuyos pies discurre el río Isábena.
         Subimos por una calle, pasamos bajo el arco de Santa Ana, desde el que se divisa el lomo nevado de la sierra de Sis. Más arriba nos encontramos un par de lugares muy interesantes. El primero es un bar al que dejamos con el barril de cerveza más seco que la "Font dels Fustes".
         El segundo es la joya de la corona: la catedral de San Vicente, sede de un obispado que fue centro religioso del condado de Ribagorza. 
           Con total puntualidad estamos en las puertas de la catedral y previo pago de la entrada, la guía del lugar nos enseña el interior que, tan solo verlo, nos deja con la boca abierta. 
Catedral de San Vicente.
Cabecera.
       Las naves se encuentran divididas en tres tramos mediante pilastras cruciformes que soportan las bóvedas de arista de las colaterales, y de cañón apuntado de la central. Debajo de las cabeceras hay tres criptas situadas a niveles diferentes. La más amplia es la central, construida en 1125 por San Ramón, a la que se accede por una triple arquería de medio punto. Las bóvedas, todas de arista, descansan sobre ocho columnas exentas y doce adosadas a los muros. En el centro del ábside se encuentra el sarcófago de San Ramón, una de las escasas piezas de escultura funeraria románica que ha llegado hasta nuestros días en Aragón; tras él, preservadas por sendas rejas, dos urnas con los restos del propio San Ramón y de San Valero, "el rosconero" patrón de Zaragoza.
Cripta
Sarcófago de San ramón
Sala del Tesoro.
        Pasamos a la cripta septentrional, conocida como Archivo y Sala del Tesoro, aquí el amigo Luis Lasala le arrebata a la guía el protagonismo y en una magistral explicación nos cuenta con todo detalle el conjunto de esta cripta que presenta una decoración en sus muros ejecutadas al temple. Bajo el Pantocrátor y los símbolos del Tetramorfos, doce figuras de campesinos simbolizan los meses del año y algunos signos del Zodiaco.
        Algo anteriores –datadas entre finales del siglo XI y principios del XII– son las pinturas existentes en la capilla de san Agustín.
Detalle del Pantocrátor.
Coro y órgano.
       Con la lección aprendida retornamos a la nave central en la que se encuentra el coro catedralicio, cuya pieza fundamental es su órgano, una pieza del año 1653 que se conserva tal y como fue construido originalmente. 
       Junto al coro se exponen algunas piezas como algunos fragmentos de la silla de San Ramón construida en madera de boj de Toulouse.
        Finalizamos la visita en el claustro románico del siglo XII que fue construido por Gaufrido, gracias a las limosnas de su predecesor, Ramiro II el Monje Rey de Aragón. En su interior se encuentran 191 epígrafes lapidarios repartidos en sus muros y en los arcos componiendo el conjunto de inscripciones lapidarias más rico de los que se conservan en Huesca.
Claustro.
              Completan el conjunto monumental de Roda de Isábena algunos restos de sus murallas desde las que vemos otra joya, pero esta no es obispo ni rey es un auténtico monumento de la naturaleza: el Turbón se yergue vestido de blanco para la ocasión.
El Turbón.
                  En fin, una jornada completa difícil de olvidar pues volvemos a casa habiendo caminado la Croqueta, visitado el monasterio de Obarra, deslumbrados por la catedral de San Vicente e hidratados por aquel barril de...
Hasta pronto.